La pelea en favor del reconocimiento de la diversidad sexual en el mundo laboral no es un problema de Maite, Garazi y Juanan. Lo es del conjunto de la clase trabajadora
Maite espera en la puerta del juzgado. Hace un mes
denunció a su empresa. En sus manos la carta de despido: argumentaban
que no llegaba a la producción. Maite sabe que esa no es la razón.
Juanan siente que vive una vida paralela. En la fábrica aguanta en
silencio los chistes, los comentarios e inclusos los insultos homófobos
que sus compañeros hacen a cuenta del caminar del chico de la empresa de
mensajería rápida cuando va por los pasillos de la nave. Fuera de la
fábrica, se autocastiga por no tener la suficiente fuerza para defender
al chico y defenderse a sí mismo. Garazi empieza una nueva vida. Hoy
vuelve a su puesto de trabajo después de una larga baja. Por fin hoy
Garazi siente que va a ser vista como Garazi (la que siempre ella ha
sido, el «papelito» que lleva en la cartera por fin le da la razón, ella
nunca lo necesitó). El miedo le retiene en la puerta. No sabe si tendrá
la suficiente fuerza para atravesarla y dirigirse al vestuario de la
derecha, vestuario al que hasta hoy no se le había permitido el usar».
Maite, Garazi y Juanan son personajes ficticios, nos los hemos
inventado. Pero ni sus historias, ni sus sufrimientos, ni sus realidades
son fruto de nuestra imaginación. Son reales, ¡existen! Lo que Maite,
Garazi y Juanan tienen en común es vivir bajo un modelo que niega la
diversidad sexual. Lo que las compañeras y compañeros de trabajo de
Maite, Garazi y Juanan tenemos en común es el reto por construir
espacios para que las personas puedan expresar con normalidad su
afectividad y su sexualidad sin pérdida de derechos laborales.
Los centros de trabajo se han convertido en grandes armarios. Lo han
sido y lo son aún más en estos tiempos de ofensiva del capital contra la
clase trabajadora. Tiempos de chantaje, presión, amenaza de paro,
despidos. Tiempos donde la reforma laboral se pone del lado del poder
empresarial para que éste pueda eliminar derechos, reducir salarios,
acabar con los convenios sectoriales y debilitarnos en las empresas.
En este contexto, en el que desde las empresas se busca una clase
trabajadora dócil, atemorizada, individualizada y fragmentada también se
pretende arrinconar todo el trabajo y la pelea de años para conseguir
la mejora de las condiciones laborales. Muchas cosas les molestan. Les
molesta la defensa del derecho a la salud, ya que es más importante el
negocio que la vida de las trabajadoras y trabajadores. Les molesta la
pelea por superar la discriminación sexo-género, ya que es más rentable
mantener la desigualdad salarial y el trabajo gratuito de las mujeres en
el ámbito doméstico.
De la misma forma, también les molesta todo proceso en favor de la
igualdad relacionada con la orientación sexual. Si había miedo a ser
rechazados y rechazadas a la hora de pedir un empleo o ser víctimas de
un despido, ahora se quiere que haya más. Si había temor a manifestar la
orientación sexual para no llamar la atención y ser discriminados,
ahora se pretende que haya más. Si había freno para pedir prestaciones y
permisos al igual que las personas heterosexuales, ahora se busca que
haya más. El riesgo de sufrir situaciones de acoso o discriminación por
motivo de sexo o género en los centros de trabajo funciona como un
potente mecanismo de control y sumisión al poder empresarial.
Por ello, en este 28 de junio, día de la liberación sexual, la lucha,
nuestra pelea no puede situarse al margen de tres cuestiones que marcan
el panorama sociolaboral actual:
Por un lado, hay que abrir y ampliar el trabajo de denuncia de todo
tipo de discriminación que se den en las empresas. Tenemos muchas cosas
pendientes. La situación económica actual no debe ser un freno. Hay que
empezar a extender y abrir peleas allá donde la discriminación
relacionada con la orientación sexual exista.
La defensa de la negociación colectiva y de los convenios sectoriales
es fundamental. Estamos hablando de ponerle frenos a la reforma
laboral, y con ello poder estar en mejores condiciones para defender
mejor el salario, la salud laboral, el reparto del trabajo, y también,
la igualdad relacionada con la diversidad sexual.
Por último, nuestro compromiso con la carta de los derechos sociales
de Euskal Herria. No queremos una Euskal Herria basada en la injusticia,
la exclusión y la discriminación. También los derechos a la igualdad de
trato, respeto y dignidad de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales
tienen que estar ahí presentes, frente al modelo neoliberal,
heterosexual y patriarcal.
Como decíamos al principio, la pelea en favor del reconocimiento de
la diversidad sexual en el mundo laboral no es un problema de Maite,
Garazi y Juanan. Lo es del conjunto de la clase trabajadora. Nos vemos
el 28 de junio en la calle.
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