Lobotomía generalizada, todas las piezas encajan muy
bien/ el cerebro ya ni siente ni piensa, no sabe no contesta/ el hombre
y la mujer deben vivir, consumir, procrear/ solo con sus leyes y con
sus reglas/ bienvenido al mundo de las ratas./ Todo debe estar bajo su
control/ poder, drogas, alimentos y dinero/ diversión, medicinas y
armamento/ nos educan para necesitar políticos profesionales/ y nos
quedamos sentaos en el umbral de la indiferencia/ a cambio nos dan este
mundo de ratas», escupen los de Soziedad Alkoholika en uno de sus
himnos.
Y manejando los hilos de «este mundo de ratas» aparece, entre otros
fantasmagóricos entes, esa Iglesia católica que, por boca de la
Conferencia Episcopal Española, ha emitido un comunicado en el que
valora la sentencia del Tribunal Constitucional que da su visto bueno al
matrimonio entre personas del mismo sexo y a la adopción de niños por
parte de estas parejas. Se pronuncian así estos pastores: «Debemos
reiterar que la actual legislación española sobre el matrimonio -con
independencia de que sea o no conforme a la Constitución- es gravemente
injusta, puesto que no reconoce ni protege la realidad del matrimonio en
su especificidad. Es, pues, urgente la modificación de la ley con el
fin de que sean reconocidos y protegidos los derechos de todos en lo que
toca al matrimonio y a la familia. Pensamos, en particular, en el
derecho de quienes contraen matrimonio a ser reconocidos expresamente
como esposo y esposa; en el derecho de los niños y de los jóvenes a ser
educados como esposos y esposas del futuro; y en el derecho de los niños
a disfrutar de un padre y de una madre, en virtud de cuyo amor fiel y
fecundo son llamados a la vida y acogidos en una familia estable». Y
para que no haya dudas al respecto, José Ignacio Munilla, obispo de
Donostia, clama que «no es un juez el que decide que un matrimonio es la
unión entre un hombre y una mujer».
Ahí lo dejo, así, en bruto, para su lenta digestión. Pero como todo
debe tener un principio y un final, regreso al inicio de estas líneas
para acabar recordando lo que decía la última estrofa del tema de SA:
«¡Ratas! nosotros seremos serpientes/ ¡ratas! serpientes, serpientes/
¡ratas! hay que tragarlas de una en una/ ¡ratas! de una en una, en una,
on egin!».
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