"La fase de cortejo en maricalandia es mucho más rápida
ahora. Con el móvil todo es más frío, pero inmediato. Es como entrar en
el súper donde tienes ternera gallega, solomillo, chuletas... Eliges y
te eligen". Técnico comercial curtido en tiempos de crisis, Mauro
dispara sin rodeos. Tiene 31 años y un perfil discreto en la plataforma
de ligoteo gay Grindr. Se convenció de las bondades de esta aplicación
para móviles una tarde playera en Alicante: "Abrí el cacharrín y tenía
más de 80 mensajes de chicos de allí mismo, pero también de Altea,
Valencia, incluso de Ibiza. Aluciné".
Por seguir con el símil, ¿aquí lo que vende es carne fresca?
Sí, totalmente. Te vas al extranjero y de una tacada te
entran cincuenta. En Madrid es ya hasta un poco aburrido, porque el
mundo gay es una aldea. Pero en zonas más aisladas, ciudades pequeñas,
ayuda a romper el hielo, a abrir armarios. Y se conoce a gente
maravillosa. Puedes tener sexo unas horas, un romance y también un
noviazgo. Pero siendo serios, encontrar amante es fácil; una pareja, una
proeza.
Grindr (molinillo de café) es hoy la mayor red social para
hombres homosexuales, con más de 7 millones de usuarios en 192 países.
España es el sexto más activo: "264.825 chicos conectados", refrescan el
dato en la compañía. La fundó, en marzo de 2009, Joel Simkhai,
emprendedor de Tel Aviv, criado en Nueva York. Hoy, empresario forrado
de dólares y líder de opinión, con base en Los Ángeles. El sistema es
sencillo y gratuito, aunque tiene su versión de pago. Basta con
descargarse la aplicación geosocial e introducir un nombre de perfil,
foto y algún dato más personal, como la altura o el rol sexual. Pero
todo es opcional, flexible, discreto. Ni siquiera es necesaria una
cuenta. En la pantalla del smartphone irán apareciendo los 100 chicos
que estén más cerca del usuario. La labor del GPS acaba ahí, donde
empieza la destreza personal.
A Mauro le ha funcionado "de maravilla. En tres años habré
tenido 50 ó 60 citas". En algunas no ha habido nada, en otras un beso,
en muchas de todo. Hace meses se pasó a la competencia, Bender, con unos
cuantos miles de usuarios menos, pero caras nuevas, y ahí ha conocido a
su actual pareja. "Nos escribimos varias veces y un día, en un bar, de
copas, le reconocí. Quedamos y a los cinco minutos nos besamos durante
cinco horas, una noche sin mañana. No hicimos nada más".
"Es una revolución para los armarios más cerrados" Marcos Dosantos, tinerfeño, 22 años, se instaló el Grindr con 19. A veces se cansa y lo deja. Le consume mucha batería. Ha estudiado Ciencias Políticas. "Grindr es una revolución para los armarios más cerrados. En el campo y ciudades pequeñas ha ayudado mucho"./ Elvira Megías
Herramienta política
Pero tanta oferta parece que complica la fidelidad, el
compromiso. Para Marcos Dosantos, tinerfeño, 22 años, licenciado en
Ciencias Políticas y metido de lleno en un máster de liderazgo social,
la revolución Grindr se merece un estudio sociológico. Se abrió la
aplicación a los 19 y la utiliza de manera intermitente. "Automatiza
tanto los encuentros que renuncias a lo cualitativo, pero sin lugar a
dudas ayuda en el primer contacto. Depende de cómo lo gestiones puede
salir bien. La gente empieza a especificar ya en su perfil si quiere
sexo o simplemente conocer personas de tu estilo. Y no hay que olvidar
que es una herramienta muy útil en países homófobos".
Nosotros somos arco iris total, según el Pew Research
Center, que el pasado verano preguntó a habitantes de 39 estados. Un 88%
de los españoles cree que la homosexualidad debe ser aceptada, un punto
más que los alemanes, los segundos de la lista. En el polo opuesto, el
África subsahariana, el mundo musulmán, China, Corea del Norte... Grindr
ha conseguido penetrar en Irán, Irak, Etiopía, Yemen o Sri Lanka.
Aunque en algunas zonas, como Turquía, le han dicho que se vaya con sus
chicos a otra parte. El pasado septiembre, la principal asociación de
gays, lesbianas y transexuales de Estambul denunciaba en un juzgado de
paz que el Gobierno de Abdullah Gül había bloqueado y desactivado el
acceso y uso de la App "como medida de protección de la familia
tradicional".
Los abogados de Joel Simkhai siguen peleando para que
Grindr vuelva a ser operativa en el Bósforo. Se ha convertido en arma
política, como ya lo es en Estados Unidos, donde irrumpió el año pasado
en la campaña presidencial enviando mensajes a sus 2,9 millones de
usuarios. Les animó a votar a los compromisarios pro derechos de los
homosexuales y facilitó información concreta de programas por estados.
Aquí no se 'grindrea' por política. Es el ligue puro y
duro. Las flores las pone uno, si quiere... "Hay tíos muy bordes. Hay
que estar templado y preparado para escuchar cosas como 'qué feo eres,
contigo nada'. Yo soy bastante precavido y no pongo mi foto. Me muestro
después de haber contactado. Hay gente que la pone falsa y luego el
chasco es mayor. De cualquier manera, en Grindr estamos todos, lo
utilizamos mucho, aunque a veces no nos guste reconocerlo. La mayoría
andamos entre los 20 y 40 años", cuenta Adán, vasco, con 35 en el carné y
tres en la red social.
Peligros
Pablo, ingeniero valenciano, conoció a su pareja a través
de este sistema. Tampoco da apellidos porque en su empresa no lo tienen
aún claro. "En ese ámbito tiendo a proteger mi condición sexual porque
mando a un equipo de gente y no me apetece ventilar cuestiones
personales". Jamás ha buscado sexo, así lo indica en la cabecera de su
perfil. Tampoco se exhibe en foto. "Tengo un amigo que quedó con un
desconocido y le desplumó. No hay que llevarse a la gente a casa por las
buenas. Hay quien manda fotos privadas a saco y mensajes tan sutiles
como 'ven a mi casa a follar'. ¿Pero esto qué es? El Grindr ha ayudado a
romper círculos, fronteras sociales. Estamos desde el que recoge
basuras hasta el banquero. Pero puede ser peligroso. Buscas sexo, lo
obtienes fácil y no te implicas más allá. Te puedes viciar cuando lo que
deseas es encontrar al compañero de vida. Demasiadas tentaciones".
David García, abogado alicantino, se cansó a los dos años
del GPS caliente. "Es que en Alicante es un chat de amigas. Nos
conocemos todos. En Madrid hay más variedad y son menos cazurrillos que
aquí. No se atreven a poner foto. Son cuerpos que hablan sin cara. Es
ingenuo pensar que vas a conseguir novio, lo que predomina es el sexo.
Cuando la disco se acaba y se encienden las luces, da un poco de pena
ver cómo andan muchos chateando, para ver si pillan cerca. Lo de ligar
en la barra, de entrada, da pereza".
La de Juan José Izquierdo, 28 años, maestro recién
despedido "sin finiquito" de una tienda de vaqueros en Madrid, es una
historia con confeti, sin olor a matarratas de garito barato. Conoció a
su chico, de 40, hace dos lustros. Hubo miradas. Silencio eterno. Y hace
tres meses le localizó por el juguetito del móvil. "Fue emocionante. Él
me escribió y poco a poco nos hemos ido acercando. Sigue igual, yo he
cambiado más. Estamos juntos y nos hemos dado de baja de todas las
aplicaciones. Él me aporta madurez, yo le doy alegría. Lo estamos
intentando, sin terceras personas. Por amor nadie se muere, ¿no?".
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