2013/04/22

EL CORREO:África no es tierra para gays

Numerosos países del continente mantienen leyes y prácticas muy represivas contra el colectivo homosexual

El país del arco iris cumple con su apodo, que también tiene resonancias homosexuales. Sudáfrica se encuentra en la vanguardia de la normativa más progresista con el colectivo ya que contempla los matrimonios del mismo sexo y aspira a convertirse en un destino turístico para esta comunidad. Ciudad del Cabo cuenta con el barrio boho chic de De Waterkant, su particular Chueca, y una marcha del Orgullo Gay plenamente establecida. Pero se trata de una excepción en todo el continente africano, un territorio hostil a sus derechos tanto a través de legislaciones punitivas como mediante demostraciones de un odio visceral.
El paraíso multicolor también esconde algunos infiernos. Hace cinco años, la futbolista Eudy Simelane, activista homosexual, fue hallada muerta en un arroyo. Había sido golpeada y apuñalada tras haber sufrido una violación correctiva, una práctica grupal que se lleva a cabo con lesbianas para, presuntamente, reorientar su tendencia sexual. Según la organización ActionAid, en la liberal Ciudad del Cabo se producen semanalmente diez casos de dicho fenómeno.
Pero la violencia institucional puede ser aún más delirante. El proyecto de ley de Anti-Homosexualidad de Uganda simboliza y explica las raíces de esta hostilidad. La norma, popularmente conocida como "Kill the Gays", pretendía establecer la pena de muerte para los actos sexuales reiterados, pero las protestas la recondujeron a la cadena perpetua. Su histérica caza de brujas no sólo persigue a los homosexuales en el territorio, sino que también solicita la extradición de los gays ugandeses en el extranjero y reprime a todos los individuos y organizaciones que luchen por sus derechos.
El proyecto lleva tres años buscando su aprobación en el Parlamento. David Bahati, su promotor, no ceja en el empeño, a pesar del repudio internacional. El político pertenece a una secta evangélica radical, factor decisivo para explicar esta ola de homofobia. Los credos ultraconservadores de origen norteamericano han encontrado un medio afín en África, donde la supervivencia gira en torno a la familia en su concepto más amplio y la religiosidad y el rito empapan la vida cotidiana de los individuos.
El ataque a los homosexuales constituye un fácil banderín de enganche, una herramienta eficaz para el proselitismo. En el caso ugandés, la referencia concreta se encuentra en la campaña promovida por varios predicadores en 2009 en la que también participó un representante de Exodus Internacional, entidad que ofrece terapias para reconducir la orientación sexual de gays y lesbianas.
Los países de mayoría islámica prohíben las relaciones homosexuales, aunque regímenes laicos con mayoría de población musulmana las han aprobado, caso de Chad, Níger o Malí. Curiosamente, los habitantes de la isla de Mayotte pertenecen a esta fe, pero al tratarse de un departamento francés, incluso pueden acceder a la unión civil. La legitimidad también está contemplada en Congo, Costa de Marfil o Gabón. Por el contrario, en Sierra Leona están castigadas con la cadena perpetua y en Kenia, una de las repúblicas más avanzadas de todo el continente, las penas pueden llegar a los catorce años de reclusión.
Valores ancestrales
La homofobia no resulta vana. Su utilización aporta una evidente rentabilidad para una clase dirigente carente de argumentos en países depauperados. El rechazo apela a valores ancestrales, compartidos con indiferencia de la fe de cada ciudadano, y se justifica como medio para combatir depravaciones como la pedofilia y cualquier otro tipo de crimen. Los gays aparecen como un peligro para la sociedad en su conjunto. Los razonamientos son contundentes. «Si los perros y los cerdos no lo hacen, ¿por qué sí los seres humanos?», se preguntaba Robert Mugabe, el presidente de Zimbabue. Los cargos de sodomía llevaron a la cárcel a su predecesor Canaan Banana, quien siempre adujo que la acusación fue una eficaz manera de apartarle de la pugna política.
El padre de la patria namibia San Nujoma amenazó con detener y deportar a los homosexuales, aunque ninguna autoridad fue tan expeditiva como el gambio Yahya Jammeh que declaró una determinación «más estricta que en Irán», al asegurar que cortaría la cabeza de los gays y les otorgó veinticuatro horas para abandonar el país si no querían ser decapitados. En 2008 dos turistas españoles resultaron detenidos en esa pequeña república porque habían preguntado a un taxista los lugares donde se practicaba "cruising" y otro holandés resultó arrestado porque portaba fotos de nativos desnudos.
Esta actitud no es tan sólo propia de personajes autoritarios. La presidenta liberiana Ellen Johnson Sirleaf, Nobel de la Paz, ha expresado su actitud contraria a despenalizar las prácticas gays. El continente incluso asiste a una tendencia que refuerza la punición como es el caso de Nigeria, cuyo Senado ha aprobado una ley que agrava las penas. Los parlamentarios la han llevado adelante a pesar de que Gran Bretaña ha amenazado con retirar su ayuda al desarrollo.
Las leyes sancionan la violación de derechos humanos ratificados por estos Estados y permiten todo tipo de torturas y vejaciones de la Policía. En el caso de Camerún, varias organizaciones como Human Rights Watch afirman que se producen numerosas detenciones arbitrarias o basándose en evidencias tan remotas como sorprender a los detenidos bebiendo Bailey"s, una bebida que a los agentes no les pareció masculina.
Abusos de los medios
El repudio social también alienta otro tipo de abusos, en este caso por medios de comunicación sin escrúpulos. Varios periódicos cameruneses publicaron en 2005 los nombres de presuntos gays, a pesar de que esta revelación puede suponer a las víctimas del "outing" hasta cinco años de cárcel. Entre los afectados se encontraba el propio ministro de Comunicación.
La peligrosa revelación también fue llevada a cabo por la revista ugandesa "Rolling Stone" en octubre de 2010 con la publicación de una lista de cien individuos. El documental "Call me Kuchu" retrata la vida de David Kato, un activista gay asesinado hace dos años en este país, uno de los peores del mundo para los sujetos que se sientan atraídos por los de su mismo sexo. Giles Muhame, editor de la mencionada publicación, lamenta en pantalla el triste final del militante. El periodista asegura que se le debía de haber detenido, procesado y ahorcado con todas las garantías judiciales.

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