EL PAIS: La ley empieza a debatirse el martes en el Parlamento, donde la derecha ha presentado 5.400 enmiendas
Una niña de tres años que portaba un cartel que decía “mi mamá quiere
adoptarme, ¿por qué no puede?”, se ha convertido hoy en la imagen de la
manifestación celebrada en París a favor del matrimonio gay y el
derecho de las parejas homosexuales a adoptar hijos.
Decenas de miles de personas -125.000, según la policía- desfilaron
en dos cortejos simultáneos desde la plaza Denfert Rochereau hacia la
plaza de la Bastilla desde mediodía, coreando eslóganes contra la
homofobia y la Iglesia católica, y a favor de la reforma bautizada como
Matrimonio para todos, que empezará a debatirse el martes en la Asamblea
Nacional.
La marcha, que duplicó la asistencia de la que los mismos convocantes
celebraron en diciembre, transcurrió sin incidentes, en un tono
distendido que no ahorró ataques a la Iglesia católica y a la derecha
parlamentaria, que ha presentado ya 5.400 enmiendas al proyecto de ley.
En la manifestación participaron numerosas parejas gais, muchas
familias con hijos, grupos de escolares y estudiantes universitarios,
todos los partidos políticos y sindicatos de la izquierda, además de las
asociaciones y colectivos homosexuales. Sophie, una mujer de 70 años,
vestida con colores llamativos, contaba que había decidido acudir porque
“es importante dejar claro que los franceses no somos homofobos y
defendemos la igualdad de todos por igual”.
Muchos militantes socialistas y comunistas llegaron desde provincias
para defender la ley prometida durante la campaña electoral por el
actual presidente francés, François Hollande, que el viernes recibió en
el Elíseo a las asociaciones que se oponen a la ley para reiterarles que
el proyecto no será aplazado ni modificado.
En la marcha solo participó un ministro del Gobierno, la ecologista
Cécile Duflot, y en la cabecera se situaron dos figuras simbólicas de la
larga batalla por la igualdad de derechos de los homosexuales: Pierre
Bergé, de 82 años, accionista de Le Monde,
excompañero del diseñador Yves Saint Laurent y cofundador de su
empresa, y Roselyne Bachelot, alto cargo en el partido conservador Unión
por un Movimiento Popular (UMP) que fue ministra con Jacques Chirac y
Nicolas Sarkozy.
“Las leyes en Francia se votan en el Parlamento, no en el Vaticano”,
afirmaba una pancarta rosa, el color elegido por los organizadores de la
protesta contra el matrimonio homosexual que hace dos semanas reunió a
cientos de miles de personas bajo la torre Eiffel.
A pesar de que la movilización callejera impulsada por la jerarquía
católica ha sido más multitudinaria que la de los defensores de la ley,
las encuestas revelan que entre el 60% y el 65% de franceses apoya la
extensión de los derechos civiles y la reforma del código civil.
Según un sondeo publicado esta semana, un 79% de los simpatizantes de
izquierda está a favor de la futura ley, mientras solo un tercio de los
votantes de la UMP apoya el cambio legislativo.
El tono ligero de la mayoría de coros y pancartas (“también la UMP
tiene dos papás”, decía una aludiendo a la bicefalia surgida de las
caóticas primarias del partido) convivió con otros más hirientes, que
citaban al Papa con palabras gruesas o ironizaban con el modelo de
familia de la Santísima Trinidad: “Jesús tenía dos padres y una madre de
alquiler”.
Esos lemas molestaron a algunos manifestantes e indignaron a los
sectores católicos, que acusaron en las redes sociales a los
organizadores de la manifestación de no condenar “las injurias”.
La ex ministra de la UMP Roselyn Bachelot, que se bate hace tiempo
por la igualdad de derechos de los gays, recibió ataques a través de
Tweeter, donde replicó: “Mis amigos tuiteros me apoyan en esta lucha que
combato desde hace 30 años porque hay tuits de un odio execrable”.
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