El periodista Marc Serena viajó siete meses por África para retratar la persecución a gays y lesbianas. |
¿Por qué decide emprender este viaje por África centrado en la diversidad sexual?
Después de haber viajado y conocido a mucha gente con mi primer libro [La vuelta de los 25, Ediciones B], me interesó no centrarme tanto en cómo está el mundo sino en qué hay en el mundo que deba denunciarse y cambiar. Pensando en injusticias, me di cuenta de que una de las más terribles es que por amar te pueda pasar algo malo. Que con lo bonito que es amar y con lo que nos tendríamos que amar todos, mucho más, haya sitios en los que tu amor pueda llevarte a la cárcel e incluso a la muerte. Me parece una injusticia sistemática que, en muchos países, tu forma de amar y tu sexualidad condicionen tu vida. Un 40% de los 200 países que hay en el mundo (78) tiene leyes que reprimen la orientación sexual o la identidad de género. De hecho, un informe del Pew Research Centre que compara la aceptación de la homosexualidad en distintos países, reflejó que si nuestro país está en el 80%, hay zonas en el norte de África que están en el 1%. Esto me pareció muy sorprendente, quería leer sobre ello, pero no encontré ningún libro que hablara de una manera actualizada sobre sexo y amores prohibidos en África. Por eso decidí coger la maleta y empezar el viaje.
Dice
que gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales son las
personas más desamparadas y perseguidas de África. ¿Por qué nadie habla
de ello?
La homofobia en África tiene muchas caras distintas,
pero uno de los mayores problemas, que además es común en todo el
continente, es el silencio que los medios de comunicación intentan
imponer sobre esta cuestión. Es muy difícil seguir la actualidad si no
estás ahí, si no conoces la red de activistas. Hay informaciones que
incluso ahora, teniendo contactos, no me llegan si no las pregunto a las
personas específicas. Por ejemplo, un activista me contó hace poco que
en Marruecos ha habido seis asesinatos de personas LGTB en los últimos
meses.
Los
medios callan, pero la familia, la Iglesia, los gobiernos y los jueces
siguen atentando contra la diversidad sexual. ¿Qué hacen las ONG?
Es
complicado. Se está trabajando mucho y bien, pero hay cosas que pueden
mejorar. Por ejemplo, Amnistía Internacional hizo un informe sobre los
diez años de abusos en Irak y en 300 páginas apenas hay menciones sobre
este tema, cuando se han llevado a cabo violaciones y ahorcamientos por
orientación sexual. Aun así, en algunas partes de África hay un
movimiento activista cada vez más fuerte. En otras, no. Por ejemplo,
Marruecos es uno de los países con una red de activismo más débil,
espontánea, sumergida y desestructurada. Pero luego hay otros países más
mediáticos (Uganda para los anglosajones y Camerún para los franceses)
en los que hay organizaciones muy fuertes con sus páginas web, sus
medios, sus newsletters, con una fuerza de movilización importante. La
gente vive de forma clandestina. Hay bodas clandestinas, discotecas,
bares, revistas, páginas web clandestinas, grupos de Facebook
secretos... Existe una lucha que me recuerda a la hubo aquí durante el
franquismo, con gente que hace las cosas por debajo y acaba encontrando
sus alternativas.
Poner voz a esas
vidas clandestinas, como hace el libro, ¿es un acto de denuncia para
concienciar o una acto de concienciación para denunciar?
El libro,
en primer lugar, es un elogio a estos activistas tan valientes que se
están jugando la vida, y en algunos casos hasta muriendo, por defender
sus derechos. Son valientes y conocer a gente valiente me inspira y me
da fuerzas. Por otra parte, el libro es un elogio a la diversidad de
África, que es un continente muy rico en cultura, en lengua, en
medioambiente y también en su diversidad sexual, en sus maneras de vivir
y de ser. En Sudáfrica, por ejemplo, hay un concepto propio que se
llama Lesbian Men, que no existe en otras zonas. Y por último, el libro
es una crítica muy dura al hecho de que por culpa de unas leyes —de
origen colonial en la mayoría de casos— ahora haya normas que ejercen
una violencia sin precedentes contra las personas LGTB.
Parece, además, que estas normas se están endureciendo.
Sí,
los últimos cambios han ido a peor. En Etiopía, por ejemplo, ya había
una legislación que perseguía la homosexualidad, pero hace meses se ha
aprobado una nueva ley que prohíbe los indultos a homosexuales. Les dan
el mismo trato que a los terroristas. Como Egipto, que ha aprobado una
ley que equipara la homosexualidad al terrorismo. Y Uganda
y Nigeria también han endurecido sus leyes recientemente. El problema
es que eso es la punta del iceberg. En estos países hay mucha extorsión
porque la ley está del lado de las personas que extorsionan, que
amenazan, que agreden, que son homófobas.
Las
leyes que criminalizan la homosexualidad se basan en la creencia de que
las relaciones entre personas del mismo sexo, como dice el título del
libro, no son algo africano. ¿Por qué cala esa idea si hay
investigaciones que reflejan en la historia de África una diversidad que
ahora no existe?
Aunque ahora el tema esté de actualidad,
aparezca en los medios de comunicación y parezca que haya cierto debate,
no lo hay. Lo que hay es una parte de la población que está apisonando
a la otra. No hay dos partes. No hay una persona que piensa una cosa y
otra que piensa otra. Una parte (la iglesia, los gobiernos, los jueces)
lanza todo tipo de mentiras contra esas personas y una de ellas es que
la homosexualidad es una perversión occidental, cuando eso no es verdad y
además es justo esta homofobia la que no es africana. Es mentira pero
no hay nadie que se atreva a rebatir esa mentira. En muchos países no
hay personas públicas que puedan aparecer en los medios defendiendo esta
opción porque serían agredidos o acabarían en la cárcel. Por ejemplo,
hubo un ataque terrorista en Uganda y antes de saber quién era el
responsable, un periódico publicó que los autores eran homosexuales.
Otra de las mentiras que denuncia el libro es que los homosexuales están promoviendo el VIH en África.
Sí.
Porque la homofobia en África está teniendo consecuencias sobre la
salud pública. Está haciendo menos eficaz la lucha contra el VIH y el
sida. En África subsahariana vive el 69% de las personas con VIH de todo
el mundo. Y el 75% de las muertes anuales de personas por VIH se
concentran en el continente africano. A alguien le puede parecer que el
tema del libro es menor, pero yo creo que no. La persecución por la
orientación sexual es una de las injusticias más bestias que conozco,
pero por si eso no fuera suficiente, esta criminalización está frenando
la lucha contra el VIH. En África es difícil tener una relación de
pareja estable, no puedes hablar de tu sexualidad a tu médico, hay
presidentes que prohíben la entrada de lubricantes en su país porque
dicen que eso fomenta actitudes no africanas... Hay expertos que hablan
de genocidio y otros, de apartheid. Las comparaciones siempre son terribles, injustas y seguramente traumáticas, pero hay algo de genocidio y apartheid porque es una represión sistemática y orquestada que se da en muchos países a la vez.
El
libro intercala relatos amargos con otros incluso alegres. ¿Cuál de
todas las historias que conoció de primera mano le impresionó más?
El
último. Muhsin, el imán de Ciudad del Cabo. En el libro aparecen
personas valientes que luchan por sus derechos y otras que son un
referente en esa lucha y también un referente moral y espiritual para
mí. Muhsin fue el primer imán de África en salir del armario y uno de
los pocos del mundo. Me marcó muchísimo. En África hay un islam y una
religión católica que poco tienen que ver con las religiones ancestrales
africanas que había hace años, pero poco tienen que ver también con el
islam que había tradicionalmente en África. Cuando aquí estaba
perseguida la homosexualidad, había mucha gente que se refugiaba en el
norte de África. Ahora hay un islam reaccionario, patriarcal, represivo,
que se ha apoderado de la situación y que está utilizando el Corán como
arma arrojadiza contra un grupo de gente. Me gusta cómo Muhsin
desarticula la argumentación de muchas personas en contra de los
homosexuales, nos acerca a otro islam, lejos del que está al mando de la
situación. ¿‘Esto no es africano' tiene un mensaje para España?
Creo que el libro nos tiene que hacer reflexionar sobre en qué punto estamos nosotros, cómo vamos, qué estamos haciendo y si aún hay cosas por reivindicar o ya no. Debemos pensar si es normal que haya un niño que vaya a la escuela y escuche 40 veces la palabra maricón en una mañana.
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