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- “Mamá, soy gay” (I am a homosexual, mum), así titula un capítulo de su libro recién publicado
- El titular dio la vuelta al mundo: una de las mentes más brillantes de la nueva generación de africanos talentosos y el escritor keniano más famoso, había salido públicamente del armario
- Se situaba así en el eje de los debates sobre homosexualidad, dentro y fuera de África
El pasado diecinueve de enero, el día después de su aniversario, Binyavanga Wainaina publicaba en el blog Africa Is A Country el capítulo no publicado (lost chapter) del libro Algún día escribiré sobre África (Sexto Piso, 2013) “Mamá, soy gay” (I am a homosexual, mum).
El titular dio la vuelta al mundo: una de las mentes más brillantes de
la nueva generación de africanos talentosos y el escritor keniano más
famoso, había salido públicamente del armario y se situaba en el eje de
los debates sobre la homosexualidad, dentro y fuera de África.
Binyavanga Wainaina, fundador de Kwani Trust –la red literaria anglófona más relevante del África del Este–, ganador del Caine Prize para la escritura africana en 2002 por su relato corto Discovering Home (G21Net, 2001) y autor del viral e hiriente relato corto Cómo escribir sobre África (Granta, 2005), nos recibe en el porche de su modesta casa, en el nairobense barrio de Karen, con una de sus túnicas fashions,
cabeza afeitada con una franja de pelo azul y cigarrillo en mano. Su
asistente Isaac y su viejo perro Toni nos acompañan junto a unas tazas
de té con leche y unos mandazis (una especie de pan frito que suele ser el desayuno para la mayoría de kenianos y tanzanos).
Durante un rato Wainaina juega al rol de periodista
interesado sobre la política, la historia y los movimientos
independentistas actuales en España. Se habla sobre la crisis. Sobre la
situación de Europa. Sobre la migración de europeos en busca de una vida
mejor en África. Y después de un par de horas distendidas, con el
desayuno acabado, empieza la grabación...
A sus 43 años, este keniano inquieto, bohemio y
creativo dice estar apasionado por la creatividad que emerge del
continente. “Lo que he hecho en los últimos diez años, cuando no he
escrito, han sido cosas en el mundo literario. Trabajo con talentos.
Talentos jóvenes africanos, particularmente en inglés”, reconoce con
orgullo. “Lo que ha pasado en la última década es que se han vuelto a
abrir muchos espacios creativos, llenos de productores creativos
contando sus propias historias en el cine, en la literatura... ¡Y todo
esto me fascina!”.
La generación del FMI
“Yo llamo a mi generación, la generación del FMI.
Somos la generación que vio la clase media derrumbarse a finales de los
ochenta y los noventa con los condicionamientos que impuso el FMI como
no conceder subvenciones para la educación. La gente se fue o fracasó.
Fracasó, fracasó y fracasó de nuevo hasta que se pudieron alimentar de
sus propios frutos. Nos volvimos, no sé... diferentes, más fuertes, más
cínicos pero más anti autoritarios durante un tiempo. Los movimientos
anti democráticos crecieron mucho y seguimos por esos derroteros. Y en
cierto sentido, esto es lo que significa ser africano a día de hoy”,
afirma el escritor.
El que fuera director del Centro Chinua Achebe para artistas y escritores africanos
de Nueva York reconoce que lo suyo no era la vida en Occidente. “Estaba
aburrido. Cuando venía aquí [Kenia] era más osado, yendo y haciendo mis
cosas. Tener un gran puesto institucional en Estados Unidos suponía un
rol más burocrático, político, de Universidad... Llegué al punto donde
pensé para mí mismo: me he estado mintiendo sobre ese afropolitanismo
de que puedes construir una institución literaria africana ahí fuera,
en Nueva York, y eso es mentira. ¡No puedes!”, explica mientras reconoce
que el lugar donde se pueden crear esas instituciones es precisamente
en África. “Así que dejé mi trabajo y volví. Soy uno de esos que creen
en el crecimiento y la regeneración africana. Por eso estoy aquí. Quiero
estar aquí mientras pasa este huracán de cambio, para lo bueno, lo malo
y lo feo. Para pelear con lo malo, para golpear desde dentro de los
buques de las buenas intenciones e irme con ellos. Y producir. Y
escribir. Y pensar”.
Y su lucha e implicación desde lo creativo es
indiscutible. No es casualidad que su homosexualidad salga a la luz en
un momento en que países como Uganda o Nigeria institucionalizan la
discriminación sexual con graves leyes homófobas. Donde en su propio
país, Kenia, las retóricas homófobas hierven públicamente. La
recientemente aprobada ley anti-homosexual de Uganda
hace punibles con cadena perpetua las relaciones o el matrimonio entre
personas del mismo sexo, y puede penar con siete años de prisión a todo
el que “ampare” o “incite” a la homosexualidad.
El escritor responde a bocajarro sobre el tema.
“Cuando te conviertes en ese tipo de personas de clase internacional,
que se llaman a sí mismas intelectuales, y estás cambiando la imagen del
continente eres completamente inmune, como si permanecieras ajeno. La
forma en la que interactúas está plenamente infectada por esta
inmunidad. Y puedes tener compasión por quien no tiene este
salvoconducto. Así que diría que en cierto sentido político me he
convertido con este acto en un ciudadano real”, confiesa refiriéndose
tanto a su vuelta al continente como a la acción pública de salir del
armario. “Fue una cosa profundamente personal, por supuesto. Hay toda
esa mentira mala que no dices. Que todo el mundo de tu alrededor sabe.
Hablas de todo tipo de cosas en público sin temer, de alguna forma, las
consecuencias que puedan caerte encima... Y decides dar el paso”.
Estigmatizar a los homosexuales
Para él, la vulneración de los derechos del colectivo LGBTI y su estigmatización social en África
es un instrumento populista que esconde intereses políticos más
profundos y pretende generar sentimientos de unidad nacional que la
religión, por ejemplo, no consigue crear.
“El Gobierno lo está utilizando como una vara política. Es un tema muy conveniente para las elecciones. Dará una victoria bien sólida para ganarse al electorado. Sin embargo, la policía no lo va a aplicar, ya tienen suficiente trabajo luchando contra los ladrones. Pero lo que es más peligroso es que habrá más vigilancia social. El Gobierno ha generado leyes permisivas para que la gente gestione las cosas fuera de las manos del Estado”.
Aunque cree que eso se va a extrapolar y que los más
pobres van a ser los que sufran las consecuencias más crudas de este
tipo de leyes. “La gente económicamente vulnerable estará en riesgo; en
un riesgo aleatorio. Las consecuencias reales son un creciente sentido
del miedo y la amenaza en el dominio público. Incluso otros asuntos
aparte de los homosexuales. Esta ley fue validada para reforzar tus
miedos y permitir a los Estados mantener el control”, afirma con
preocupación mientras enciende un cigarro.
Es precisamente su responsabilidad en torno a la
situación social que lo rodea lo que le empujó a dedicarse al mundo de
la literatura. “Trabajaba con una editorial llamada Character, muy
conocida en el Reino Unido y me facilitaron una edición de su revista Africa Issue
publicada en 1994. Estaba leyéndola en el tren, porque por aquél
entonces estaba haciendo un máster en Inglaterra, y pensé: ¡esto es
terrible, es Inglaterra y por falta de algo mejor que esto así es como
escriben los escritores africanos en todo Londres! Eran escritores bien
reconocidos pero no pudieron encontrar ni a uno, que pudiera escribir
correctamente sobre África. Bueno... Encontraron solo a uno...”. Sonríe.
“Los reportajes de la revista tenían un barniz misionario, del tipo 'salvar a África' y este tipo de tonterías. Y fue realmente chocante ver algo así. En plan: ¿Me estáis diciendo de verdad que una revista rigurosa puede editar algo así? Así que envié un mail larguísimo al editor analizando toda la revista. Un año más tarde decidieron hacer otro número de African Issue y me pidieron escribir algo. Justo en ese momento creo que yo estaba editando Kwani? así que seguía posponiendo ese algo para ellos, hasta el último día, que el editor Matt Weiland, me dijo: '¿Por qué no escribes sobre ese mail que me enviaste?'. Lo hice, pero con una condición: que fuera accesible en Internet. Se subió a la red gratuitamente y fue algo incendiario que ahora está en todas partes”
Así nació su premiado ensayo How to write about Africa (¿Cómo escribir sobre África?).
“Mis amigos occidentales me dijeron –¡Oh!, no
sabíamos que esta fuera la realidad. Pero el poder siempre te hace
inocente, ya lo decía hace quince años Chinua Achebe en su escrito
crítico Heard of Darkness y todos repetían también lo mismo: “¡Oh!, no estábamos al corriente”. En Occidente, mi ensayo me otorgó mucha fama.
Tuve encuentros con la presidenta de Alemania, el presidente de Noruega
y todos me decían: –Gracias, este escrito es la verdad”, reproduce
Wainaina con voz sarcástica.
“Pero todo era una pantomima, nada ha cambiado. Es verdad que cuando las dinámicas de poder están cambiando puedes tener este tipo de conversaciones, por eso escribí ¿Cómo escribir sobre África?, por si acaso lo habían olvidado. Esto es de lo que trata mi ensayo. Recordar dónde estábamos hace cien años en nuestra relación, particularmente con Europa y Occidente. Y hay que decir que estamos en el mismo lugar que en 1881. Por si acaso lo habían olvidado, nada ha cambiado realmente en nuestra relación”.
¿Es ese fantasma colonial el que sobrevuela
conceptos como la moda del afropolitanismo y los afropolitanos?, le
preguntamos. Wainaina coje aire. "Es un tipo de identidad que no asume
ningún tipo de responsabilidad. Consume. A veces crea. Pero no tiene
ninguna residencia en ningún valor sólido. Es una moda. Es una moda guay
que no tiene piernas. No va a durar mucho pero si es bueno para darnos
piezas de ropa bonita no me importa”, bromea este confeso amante de la
moda.
“Achille Mbembe [filósofo camerunés] escribió algo sobre afropolitanismo y creo que su idea era bien diferente a la que viene recogida como mercancía. Una de las cosas maravillosas de ser africano es que tienes sociedades con espacios que de forma extraña nunca han sido colonizados hasta el punto de que la media en el África urbana habla cinco lenguas. Se vive en una sociedad donde el sonido de varias lenguas y culturas es parte de quién eres, y te sientes muy cómodo siendo parte de este cosmopolitismo. Así que cuando piensas en qué significa, en términos de Estados coloniales, claro que estos Estados definieron lo que fue la realidad cosmopolita. Y casi todos nuestros problemas políticos derivan del hecho de que tienes esta herencia cosmopolita que ha topado con las realidades locales. Si tenemos que pensar en el afropolitanismo como un cosmopolitismo de tipo occidental sobre la diáspora... La verdad es que no tengo tiempo para ello”.
Discurso africanista
El escritor es un pieza clave de las nuevas voces
africanas. Un engranaje indispensable con un discurso africanista capaz
de pintar con sus palabras escenas que dibujan imágenes de una África
muy diferente a la de las primeras generaciones de escritores
continentales. Se trata de un escritor que rehuye del encasillamiento y
las etiquetas absurdas y vacías. “¡No puedo soportar el dogma!” exclama
con las manos en la cabeza para sentenciar: “Mi cuerpo no lo acepta”.
¿Qué es lo que más le aburre?
“Creo que formar parte de la clase media africana ha sido un gran asunto con el que lidiar. La clase media africana somos las mejores jodidas máquinas de aprobar exámenes. Cualquier cosa que interfiera en este proceso como imaginar, leer... Es un problema. Si estás en un continente donde todo se trata de “re-”, como en países como Nigeria, que se re-industrializan, o conceptualizan las cosas suponiendo que debes empezar cosas nuevas, lo que te encuentras es con una clase media con terror a innovar. A probar cosas nuevas. Somos muy buenos si nos dicen –haz las cosas así y asá... Y lo haremos excelentemente. En Estados Unidos o el Reino Unido existe de forma muy visible –y estoy muy interesado en esta clase de excepcionalismos–, africanos trabajando de forma increíble en altas instituciones bancarias. Toda esta gente terminaron el instituto y se fueron. Los que hicieron físicas, están en la banca. Los que estudiaron literatura o filosofía, están en la banca. Algunos vuelven ahora que hay un crecimiento turbulento de la economía con capital de sus maestros, los bancos. Algunos están ya retirados con dinero de sus bancos y ahora son inversores aquí".
Pero el crecimiento económico del continente también
ha ido acompañado de un boom en el campo de las industrias creativas
africanas, y en concreto del universo literario. “Creo que los
escritores africanos estamos de moda ahora mismo, y esto es
maravilloso”, nos dice mientras compara la literatura anglosajona
africana o india con la literatura de América Latina producida en
español. “Hay un mundo anglófono, para lo bueno y para lo malo. La gente
en Inglaterra no tiene ni que pensar en ello. Pero nosotros sí que lo
hacemos. Tienes que pensar en qué hay en el mundo anglófono porque si no
lo haces chocarás con las puertas del infierno. Tienes uno ojo allí y
otro aquí”. El autor está convencido de que escribir en inglés es una
forma excelente de poder contar las historias cotidianas de África a los
lectores de otros puntos del planeta.
Y a la hora de analizar la envidiable salud del
panorama literario del continente, el escritor sostiene que el medio
ambiente de la escritura africana tiene ecosistemas nuevos, crecientes y
cambiantes.
"Con los cambios democráticos han crecido las editoriales independientes como Kwani? y muchas otras. En los últimos tres años han habido muchas publicaciones digitales, así que lo bonito es que tienes a gente como Kwani? que actúan como un gran paraguas. Aunque ahora también hay otras iniciativas nuevas fuera de él. Se trata de algo muy interesante, tenemos un fenómeno con diferentes tipos de expresiones. Hemos tenido una explosión literaria en los últimos tres años, pero veremos un crecimiento extremadamente espectacular en los próximos cinco años”.
La revolución digital
Este es uno de los fenómenos que más le interesan a Binyavanga. Cuando le decimos que en la revista Wiriko se le considera como un twittero
compulsivo, el keniano se ríe y reafirma con la cabeza. “Verás, en el
último año, estaba muy aburrido, muy deprimido después de que un muy
buen amigo y otros conocidos murieran de VIH. Estaba empezando a
escribir mi libro. Y entre que escribía y no escribía, me acostumbré a twittear”,
confiesa. “Pero es que es un nuevo espacio para probar cosas. Y soy de
esas personas que no se puede resistir cuando les brindas algo nuevo
para probar”, afirma con cara de pillo.
“Soy un libertario en transición. Un libertario buscando un hogar. No sé dónde aterrizar. Siendo parte de esa generación FMI eres escéptico acerca de cualquier autoridad en general. Me siento muy cómodo fuera de los espacios institucionales, donde puedo crear mejor mi lugar. Siempre que estoy en sitios institucionales las cosas se vuelven demasiado... Aburridas. Y no pasa nada. En twitter puedo interaccionar y actuar y hablar de la forma que quiero sin sentirme censurado”. Y mientras expresa que de esta forma las relaciones están en plena transformación, puntualiza: “No es que así impongas tus condiciones sino que negocias en mejores condiciones”.
Es un fervoroso amante de Internet desde el
principio, y desde que existe el email se ha negado a enviar copias de
lo que escribe en formato papel. “Siempre he reconocido la capacidad de
sentarse en este país desconocido donde adquieres mucho poder
porque estás entregado, no solo a la tecnología, sino a la plataforma en
una forma en que ellos (el poder institucional) no están”. Y pasa a
continuación a contar cómo durante sus años de residencia en Sudáfrica
pasaba las noches en vilo intercambiando relatos en las primeras
plataformas literarias que existían. “La Universidad tenía líneas
abiertas y yo me metía en la sala de ocho de la tarde hasta la madrugada
para estar online. En todos esos grupos primerizos de escritores locos
en Internet, yo estaba dentro desde el principio”.
Port Harcourt, capital mundial del libro
La participación de Wainaina en cualquier iniciativa
relacionada con el mundo literario en todo el continente es
incondicional. No hay evento serio que ocurra en África donde no se le
tenga en cuenta. Y justamente uno de los países contra los que ha
cargado el keniano últimamente por sus políticas homófobas, Nigeria, va a
acoger este año la capital mundial del libro. “No estoy muy seguro de
cómo viajar a Nigeria ahora mismo”, dice Wainaina medio en broma
mientras explica su implicación en el proyecto Africa 39. “Port Harcourt
va a ser este año la capital mundial del libro. Mi trabajo fue
conseguir a 120 escritores de menos de cuarenta años que luego fueron a
parar a manos de los jueces”. La lista final con los seleccionados se
anunciará durante el mes de abril. “Están preparando una Feria del Libro
que creo que se va a convertir en una de las más importantes del
continente”, sentencia el literato elogiando los esfuerzos del
gobernador del Estado nigeriano de River State en esta iniciativa.
La novela del huracán
Pero las distintas iniciativas con talento africano
–la citada Africa 39 y un proyecto para erigir la ciudad keniana de
Kisumu como un centro para las artes y el refugio político–, no le
impiden a sumergirse en su próxima novela. “La idea original surgió de
mi último año como docente en Estados Unidos. Estaba en mi habitación,
tecleando... Y aterrizó el huracán. Podías ver cómo estaba arrasando las
calles de Nueva York, devastando parte de la baja Manhattan... Fue
delirante. Aterrador”, dice trazando un paralelismo con la situación
social, política y económica del mundo en la actualidad y ante la
escalada imparable de acontecimientos globales.
“A lo que estamos viviendo ahora yo lo llamo “el huracán”. Pones la tele y te aparece.... “¡Grecia, Grecia, Grecia, Grecia y... puuuh!”, alza la voz. “¡Turquía, Turquía....!¡Egipto..., Ucrania...! Y me hace sentir como cuando era un niño y veía a mis padres mirar la tele en los setenta y veías: otro presidente ha sido asesinado... Quiero recoger eso, cómo sienta este huracán o el estar dentro de él; dentro del huracán africano, en particular. Estamos viviendo uno de esos subproductos neoliberales, como tantos otros, pero que tiene sus ventajas específicas. Tenemos nuevos proyectos ferroviarios que están abriendo nuestro continente y que no habíamos visto en cien años. El proyecto ferroviario es el motivo por el que Nairobi existe hoy en día y ahora la gente sabe que hay una línea que irá hasta Camerún. Aún no han pagado por ello, pero el sello ya está puesto en el contrato. No hay marcha atrás. Y para mí y mi generación esta idea de que “no hay marcha atrás” es realmente emocionante. Así que he estado utilizando diferentes tiempos verbales, jugando con ellos. Se puede ver en el Lost Chapter, cómo empiezo a jugar con esta idea agitándo los tiempos para darles electricidad. Esto es lo que voy a hacer este año”.
Y mientras esperamos este nuevo trabajo que se trae
entre manos, y como broche de la entrevista, ¿una sugerencia en
exclusiva para todos los amantes de la literatura africana? El keniano
apuesta decididamente por Search Sweet Country, del ghanés Kojo
Laing. “Para mí, es la mejor novela de todos los tiempos escrita por un
africano. Fue publicada en los ochenta y la crítica la recibió de forma
insólita. Es una novela sin etiquetas posibles. Monumental. Es un
estilo en sí misma. Y el autor, de los mejores autores del siglo XX. Hay
que leerla”.
Gemma Soles es miembro de la revista de artes africanas WIRIKO.
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